Amigos:
La vez pasada, acompañado de una guapa señorita que recién retornaba de Australia, ingresé a los atractivos y bien-olientes salones del “José Antonio” de Chacarilla. Obviamente mi interés era agasajar con un buen típico almuerzo a quien en esos momentos captaba mi interés y toda mi atención. Por razones de espacio – no necesariamente para pasar caleta, advierto- tuve que ubicarme en una mesa apartada del segundo piso. En dicho salón, lleno de turistas orientales, en momentos que éramos conducidos mi acompañante y yo a la mesa indicada, noté entre los presentes a alguien que agitando manos pretendía enviar señas de saludo. Miré hacia atrás y no había nadie. A los costados...puros chinitos. Deduje entonces que la persona aquella pretendía saludarme a mí y por pura cortesía también agité mis manos en señal de saludo. Sin embargo, intempestivamente, aquella cabeza con incipientes pelos, colocada encima de un prominente abdomen, al mirar a mi acompañante dejó de saludarme y esbozo una sonrisa cachacienta. Quien será ese huevón –me dije- y seguí adelante con mi ya intrigada compañía, quien se limitó a observar la panza del saludador casi tapándose la nariz, a la par – me imagino - que reprochaba el gusto de su femenina también acompañante. Durante el almuerzo y entre una causa limeña y un sabroso lomo saltado, tuve que soportar las sonrisitas capciosas del referido comensal, respondiéndolas todas con un movimiento de cabeza pero con gestos cada vez más serios y tratando de reconocer a tan inoportuna figura. Él terminó de almorzar antes que yo y mi sorpresa fue que, al salir, furtivamente se acercó a mi mesa y mirándome de reojo, con la boca torcida y casi en susurros me dijo: “Ya pues cabezón, no te pases…ta´que ya estás viejo, ya hablamos, chau…”. Mi dulce y jovial acompañante, dándose cuenta de tremenda gesticulación que pretendía ser solapa, me sometió de inmediato a un tormentoso interrogatorio que terminó en un “te-te a te-te” sobre la filosofía de las sacadas de vueltas de los hombres maduros, en vez de hablar de Australia.
Yo se que pueda ser que esté algo pasadito, que mi cabeza es inevitablemente notoria, pero la confianza con que me lo dijo el fulano, unido a ese sigilo casi cómplice del desconocido, realmente me intrigaron. Y ahí hubiera quedado la cosa, si no hubiese sido por otro hecho acontecido posteriormente, el día sábado 6 de Mayo, en los salones del Hotel Maria Angola de Miraflores.
El Frente Social convocado por el APRA nos reunimos ese día en un almuerzo con Alan García. Había de todo: conocidos, desconocidos y por conocer. De repente, instalado ya en una mesa del Colegio de Ingenieros y después de varios aperitivos de entrada, concluido ya el discurso de Alan y en medio de varios mueras a Humala o Humala te jodiste, escucho a mis espaldas un nada extraño y eufórico ¡cabezón! Volteo, escudriño las mesas vecinas y cual fue mi sorpresa al comprobar que desde una de ellas, una de deportistas –supongo- , donde se encontraban Ramón Mifflin y Germán Leguía entre otros, la misma cabeza y el mismo abdomen agitaban las manos que de él se despegaban pretendiendo –también supongo- saludarme, haciéndome notar su presencia mientras Mifflin lo pateaba suavemente con el empeine como diciendo: deja de llamarlo así que la patente es mía. ¡Ah no! –me dije-, esta vez este cojudo me dice quien es y lo desahuevo por lo de la vez pasada.
Es así como, contagiado del espíritu bufalístico imperante y ayudado por las generosas raciones de aperitivos ingeridos, levantado que estuve de mi asiento, hice una media vuelta ¡ derecha! y, a paso marcial me dirigí dispuesto a enfrentarme a la susodicha cabeza pegada a un abdomen.
-¡Cabezón!...´cha tu vieja, huevón…. ¡como estas!
-Un momentito compadrito – le respondí- que confianzas son esas… ¡quien mierda eres tú! . El cabezón Mifflin y Leguía levantaron la mirada intrigados.
-´ta que te haces, huevón….¡ya no estás con la hembrita cuñau!; me increpó esbozando una sonora carcajada.
-¿Hembrita? …´tas huevón. ¡La de la vez pasada era mi HIJA cojudazo…...venía de una beca en Australia y me cagaste huevón; protesté alzando un tanto la voz.
-¿Tu hija?...´ta, que disculpa cabezoncito –dijo, cambiando su semblante, con voz suave, acongojado y compungido todo él - Yo soy PIO DAVILA...del CMLP... ¿Te acuerdas de mi hermanito?.....
Lo que siguió después es un tanto largo de contar. Baste decir que la palabra mágica CMLP borró automáticamente el abdomen y la pelada de Pio y me hizo ver al chiquillo blanconcito, bajito, con cara de poto de bebe que, ahí por el año 1960, habitaba una de las mas recónditas cuadras del segundo piso del Pabellón de los perros, destinada a los enanos. Pio había evolucionado no solo en panza y tamaño. Había sido Presidente de los negros (de mierda) del Alianza Lima y ahora es un próspero empresario, siempre ligado, para su desgracia, a los kk´s. Y, lo mejor, ligado también a otra kk pero “crema” como el gordísimo Alfredo González con quien me unen fraternales y amantísimos lazos de amistad que deberán concluir con el solícito obsequio, de mi parte, de una bellísima y comodísima habitación en el condominio “ San Jorge” del centro de Lima. Bueno, la cosa duró hasta que se terminó el trago y/o el vientre de Pio se hinchó tanto que comenzó a flotar. Me besó, me apachurró y hasta me invitó a almorzar a su casa este Martes 9 pasado, cosa que no cumplió porque cuando todo emocionado yo, me acerqué a su casa en Los Frutales de Chacarilla, su esposa –supongo- me dijo que “había dejado dicho que no estaba”. ¡Jijunagran… el Pio!
Bueno, hasta eso se lo paso. Lo que si no le perdonaré jamás es el haber supuesto que yo podía estar saliendo a lucirme a un restaurante con una vieja de 23 años. Pio: el hombre tiene la edad de la mujer que ama…y yo hace rato que tengo menos de 19 años. No te lo perdono Pio, asi evoques la vez que nos encontramos en el aeropuerto de Sao Paolo mientras tratabas de convencer a unos negrazos para que luzcan su “jogo bonito” en el Matute de La Victoria. No te lo dije en esa oportunidad Pio, pero tus abracitos y tus bromitas de manos con semejantes zapatones me hicieron dudar de ti. Fue solo una pequeña duda pasajera, claro.
Y como no lo perdono, les voy a dar su correo para que lo inscriban en la lista (ese es un presente), su dirección para que nunca vayan cuando los invite a almorzar y su teléfono para que lo llamen AM y PM hasta lograr que vaya al Lomito, por lo menos, para sufrir las torturas de mis criticas (ese es un presente griego).
e-mail:
Teléfono:
Dirección:
SALUDOS.
Marco (Paredes)
La vez pasada, acompañado de una guapa señorita que recién retornaba de Australia, ingresé a los atractivos y bien-olientes salones del “José Antonio” de Chacarilla. Obviamente mi interés era agasajar con un buen típico almuerzo a quien en esos momentos captaba mi interés y toda mi atención. Por razones de espacio – no necesariamente para pasar caleta, advierto- tuve que ubicarme en una mesa apartada del segundo piso. En dicho salón, lleno de turistas orientales, en momentos que éramos conducidos mi acompañante y yo a la mesa indicada, noté entre los presentes a alguien que agitando manos pretendía enviar señas de saludo. Miré hacia atrás y no había nadie. A los costados...puros chinitos. Deduje entonces que la persona aquella pretendía saludarme a mí y por pura cortesía también agité mis manos en señal de saludo. Sin embargo, intempestivamente, aquella cabeza con incipientes pelos, colocada encima de un prominente abdomen, al mirar a mi acompañante dejó de saludarme y esbozo una sonrisa cachacienta. Quien será ese huevón –me dije- y seguí adelante con mi ya intrigada compañía, quien se limitó a observar la panza del saludador casi tapándose la nariz, a la par – me imagino - que reprochaba el gusto de su femenina también acompañante. Durante el almuerzo y entre una causa limeña y un sabroso lomo saltado, tuve que soportar las sonrisitas capciosas del referido comensal, respondiéndolas todas con un movimiento de cabeza pero con gestos cada vez más serios y tratando de reconocer a tan inoportuna figura. Él terminó de almorzar antes que yo y mi sorpresa fue que, al salir, furtivamente se acercó a mi mesa y mirándome de reojo, con la boca torcida y casi en susurros me dijo: “Ya pues cabezón, no te pases…ta´que ya estás viejo, ya hablamos, chau…”. Mi dulce y jovial acompañante, dándose cuenta de tremenda gesticulación que pretendía ser solapa, me sometió de inmediato a un tormentoso interrogatorio que terminó en un “te-te a te-te” sobre la filosofía de las sacadas de vueltas de los hombres maduros, en vez de hablar de Australia.
Yo se que pueda ser que esté algo pasadito, que mi cabeza es inevitablemente notoria, pero la confianza con que me lo dijo el fulano, unido a ese sigilo casi cómplice del desconocido, realmente me intrigaron. Y ahí hubiera quedado la cosa, si no hubiese sido por otro hecho acontecido posteriormente, el día sábado 6 de Mayo, en los salones del Hotel Maria Angola de Miraflores.
El Frente Social convocado por el APRA nos reunimos ese día en un almuerzo con Alan García. Había de todo: conocidos, desconocidos y por conocer. De repente, instalado ya en una mesa del Colegio de Ingenieros y después de varios aperitivos de entrada, concluido ya el discurso de Alan y en medio de varios mueras a Humala o Humala te jodiste, escucho a mis espaldas un nada extraño y eufórico ¡cabezón! Volteo, escudriño las mesas vecinas y cual fue mi sorpresa al comprobar que desde una de ellas, una de deportistas –supongo- , donde se encontraban Ramón Mifflin y Germán Leguía entre otros, la misma cabeza y el mismo abdomen agitaban las manos que de él se despegaban pretendiendo –también supongo- saludarme, haciéndome notar su presencia mientras Mifflin lo pateaba suavemente con el empeine como diciendo: deja de llamarlo así que la patente es mía. ¡Ah no! –me dije-, esta vez este cojudo me dice quien es y lo desahuevo por lo de la vez pasada.
Es así como, contagiado del espíritu bufalístico imperante y ayudado por las generosas raciones de aperitivos ingeridos, levantado que estuve de mi asiento, hice una media vuelta ¡ derecha! y, a paso marcial me dirigí dispuesto a enfrentarme a la susodicha cabeza pegada a un abdomen.
-¡Cabezón!...´cha tu vieja, huevón…. ¡como estas!
-Un momentito compadrito – le respondí- que confianzas son esas… ¡quien mierda eres tú! . El cabezón Mifflin y Leguía levantaron la mirada intrigados.
-´ta que te haces, huevón….¡ya no estás con la hembrita cuñau!; me increpó esbozando una sonora carcajada.
-¿Hembrita? …´tas huevón. ¡La de la vez pasada era mi HIJA cojudazo…...venía de una beca en Australia y me cagaste huevón; protesté alzando un tanto la voz.
-¿Tu hija?...´ta, que disculpa cabezoncito –dijo, cambiando su semblante, con voz suave, acongojado y compungido todo él - Yo soy PIO DAVILA...del CMLP... ¿Te acuerdas de mi hermanito?.....
Lo que siguió después es un tanto largo de contar. Baste decir que la palabra mágica CMLP borró automáticamente el abdomen y la pelada de Pio y me hizo ver al chiquillo blanconcito, bajito, con cara de poto de bebe que, ahí por el año 1960, habitaba una de las mas recónditas cuadras del segundo piso del Pabellón de los perros, destinada a los enanos. Pio había evolucionado no solo en panza y tamaño. Había sido Presidente de los negros (de mierda) del Alianza Lima y ahora es un próspero empresario, siempre ligado, para su desgracia, a los kk´s. Y, lo mejor, ligado también a otra kk pero “crema” como el gordísimo Alfredo González con quien me unen fraternales y amantísimos lazos de amistad que deberán concluir con el solícito obsequio, de mi parte, de una bellísima y comodísima habitación en el condominio “ San Jorge” del centro de Lima. Bueno, la cosa duró hasta que se terminó el trago y/o el vientre de Pio se hinchó tanto que comenzó a flotar. Me besó, me apachurró y hasta me invitó a almorzar a su casa este Martes 9 pasado, cosa que no cumplió porque cuando todo emocionado yo, me acerqué a su casa en Los Frutales de Chacarilla, su esposa –supongo- me dijo que “había dejado dicho que no estaba”. ¡Jijunagran… el Pio!
Bueno, hasta eso se lo paso. Lo que si no le perdonaré jamás es el haber supuesto que yo podía estar saliendo a lucirme a un restaurante con una vieja de 23 años. Pio: el hombre tiene la edad de la mujer que ama…y yo hace rato que tengo menos de 19 años. No te lo perdono Pio, asi evoques la vez que nos encontramos en el aeropuerto de Sao Paolo mientras tratabas de convencer a unos negrazos para que luzcan su “jogo bonito” en el Matute de La Victoria. No te lo dije en esa oportunidad Pio, pero tus abracitos y tus bromitas de manos con semejantes zapatones me hicieron dudar de ti. Fue solo una pequeña duda pasajera, claro.
Y como no lo perdono, les voy a dar su correo para que lo inscriban en la lista (ese es un presente), su dirección para que nunca vayan cuando los invite a almorzar y su teléfono para que lo llamen AM y PM hasta lograr que vaya al Lomito, por lo menos, para sufrir las torturas de mis criticas (ese es un presente griego).
e-mail:
Teléfono:
Dirección:
SALUDOS.
Marco (Paredes)
Lma, 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario